viernes, 12 de julio de 2013

El gato negro
Edgar Allan Poe
No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.
Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.
Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla.
Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle.
Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor.
Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.
Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido.
El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible.
La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza.
No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal.
Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.
Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.
Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho.
Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él.
Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer.
Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste.
Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros.
El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal.
Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra..., ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!
Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón.
Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba.
Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.
Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas.
El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso.
No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano".
Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma.
Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada.
Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi inocencia.
-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una gran solidez.
Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón.
¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación.
Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba!

martes, 9 de julio de 2013

EH AQUI UN POCO DE ARTE CORTESIA DE L Y NEAR
NEAR
 
 

                                                                                 L
SUGERENCIA DE LIBRO:  LA NIEBLA
                                              -STEPHEN KING-

Antología de 3  cuentos cortos de terror  en donde te encontraras cara a cara con los mas terribles e inimaginables monstruos , el maestro se supera a si mismo en aterrar:
 1._ LA NIEBLA; en el cuento que da titulo al libro un pequeño poblado de Maine se ve sorprendido con la llegada de una niebla que al parecer no viene sola, dejando a unos pocos habitantes encerrados en un supermercado que podría ser el ultimo refugio y de donde salir significa la muerte. 
2._EL MONO; la tranquilidad de la vida de Hall se ve interrumpida cuando uno de sus hijos encuentra un asqueroso mono de juguete del que se había desecho hace años debido al miedo de que empezara a tocar sus platillos y  diera muerte a alguien mas, Hall debe hallar la forma de deshacerse de el antes de que ocurra una tragedia.....
3._EL ATAJO DE LA SEÑORA TODD; la joven Ophelia Todd ah encontrado un nuevo atajo para ahorrar tiempo y kilómetros al  viajar de su pequeño pueblo a otro, un atajo lleno de animales extraños y mortíferos y plantas que se mueven sin necesidad del viento.


uno de los mejores libros en su genero, perteneciente a uno de los mejores escritores a nivel mundial merece ser leído pues la forma en que narra y describe todo te hace sentir parte de la historia, una excelente recomendación para estas vacaciones o cualquier momento
-L-

lunes, 8 de julio de 2013

Diario de un niño

11-06-03


Hoy es mi primer día en segundo de primaria mi mama me dio este cuaderno para que anote mis experiencias vividas en el y jamas me olvide de nada que haya pasado porque según ella todos los días son importantes mi mejor amigo es harry nadie puede verlo solo yo algunos niños me molestan por eso pero mi mama dice que mi padre también tuvo amigos que nadie podía ver bueno me tengo que ir a la escuela así que hasta al rato harry dice que me apure.

14-06-03


No  he tenido tiempo de escribir porque he tenido que hacer un montón de cosas pero mi mami me recordó que tenia que hacerlo diario en la escuela tengo nuevos manguitos los niños que me molestaban el año anterior no están parece que se cambiaron de escuela por eso estoy tan feliz pero Harry no parece estarlo se ve enojado cuando juego con otros niños pero ya no quiero que me molesten así que le dije que no hablaría con el mientras este en la escuela no lo he vuelto haber desde hace 2 días espero que regrese lo extraño.

17-06-03

Por fin te encontré hace 2 días que te estoy buscando prometo no volverte a perder mi mami ha preguntado mucho por harry pero le he dicho que no he visto desde hace 6 días dice que a lo mejor ya se fue a su casa y tarde un poco en regresar tengo cada vez mas amiguitos ya casi no he echo de menos a Harry ayer fui a ami primer pijama me divertí muchísimo aunque en la noche dos amiguitos se asustaron dijeron que había algo abajo de la cama.


03-07-05

Perdon por no haber escrito desde hace mucho tiempo han pasado muchas cosas mi mami cinsigui un nuevo trabajo en otra ciudad voy a extrañar a luis y marco son mis mejores amigos pero mi mami dice que conocere mas amigos en la otra escuela a la que ire.

66 aniversario del reporte sobre el incidente OVNI de Roswell.

Se denomina incidente OVNI de Roswell al relato sobre el choque de una presunta nave extraterrestre en Roswell (Nuevo México, Estados Unidos) el 7 julio de 1947.
Algunos especialistas en ufología y gran parte del público se han interesado en los acontecimientos de Roswell. Se han escrito muchos libros y rodado películas sobre los presuntos sucesos, tanto novelas de ficción como informes serios y elaborados. Recientemente a través de su página oficial el FBI reveló, en documentos desclasificados, que uno de sus agentes tomó nota constatando que un ciudadano anónimo afirmó haber hallado extraterrestres en el interior de platillos volantes encontrados en el suelo en Nuevo México.

En julio de 1947, Mac Brazel, un granjero de Nuevo México, descubre unos restos dispersos por su rancho cerca de Corona, Nuevo México. Se lo comunica al sheriff el 5 de julio, según lo describió Mac Brazel al Roswell Daily Record en su edición del 9 de julio.
Esta descripción coincide con la dada por Charles B. Moore, profesor emérito de Física de la New York University, que desarrolló los globos con los que los Estados Unidos pretendían espiar a la URSS.
En los periódicos del día 8 de julio se da el siguiente titular: "Las fuerzas aéreas capturan un platillo volante en un rancho de la región de Roswell". Se avisó al comandante Jesse Marcel de la base aérea del Ejército en Roswell, que fue personalmente al lugar.
El día 9 el titular decía: "Ramey desmiente lo del platillo volante". Ramey era general de brigada en la base militar de Fort Worth (Texas) y se desplazó, a petición de Brazel, para ver los restos, que identificó inmediatamente como un globo meteorológico. Después la prensa fotografió los restos.
En otro artículo se relata como W.W. Brazel y su hijo encontraron el material el 14 de junio, y que estaba formado principalmente por tiras de goma, papel de aluminio, cartón y varillas de madera, aunque se dice que los verdaderos restos fueron sustituidos por la brigada cuando ésta llevó el material a la base de Fort Worth.
Posteriores informes de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos de septiembre de 1994 y junio de 1997 afirmaban que lo estrellado en Roswell eran los restos de un vuelo del proyecto Mogul.
También hubo una investigación sobre el asunto debido a la petición de un congresista de Nuevo México. Fue realizada por el secretario de las Fuerzas Aéreas y el Departamento de Defensa. En ella se identifican los residuos de Roswell como restos de un sistema de detección acústica de baja frecuencia que llevaban los globos, de largo alcance y altamente secretos, llamados "Proyecto Mogul": un intento de captar explosiones nucleares soviéticas a altitudes de la tropopausa. Los investigadores de las Fuerzas Aéreas, tras registrar meticulosamente los archivos secretos de 1947, no encontraron pruebas de un aumento de tráfico de mensajes.
Los extraterrestres un gran tema de polémica en la actualidad en verdad existirán son solo imaginación de millones de personas?

por Angel Lirio


fuentes:
http://es.wikipedia.org/wiki/Incidente_ovni_de_Roswell

jueves, 4 de julio de 2013

....

Han despertado en la noche y sienten una presencia en la noche a lado tuyo que si trataras de voltear verias algo y luego morirás y prefieres no abrir los ojos?

miércoles, 3 de julio de 2013

Creepypasta Donatelo


El canibal de la mascara de payaso
para quienes no sabian su verdadera historia n.n

probablemente hace mucho tiempo que perdi mi conciencia,no recuerdo exactamente cuando fue,te lo juro yo no te quiero hacer daño,yo no quiero lastimarte,es solo que no puedo soportar el hambre,trato de soportarla pero no puedo y cuando estoy mucho tiempo asi,no puedo parar y termino hirien...
do a alguien mas
todo comenzo cuando tenia 8 años ,jugaba en el patio de mi casa cuando vi que un señor llego ahi,se paro frente a mi y me metio a la boca un pedazo de carne del cual yo desconocia el origen,lo comi no me supo mal de hecho me fasino,adore el sabor de esa carne

el tipo escapo cuando vio a mis padres que corrieron hacia a mi y me introdujeron a la casa,mi niñera fue seberamente regañada por no cuidar de mi ante ese hombre que me dio esa carne,en la noche no pude estar tranquilo,queria consumir mas de esa carne,deseaba mas de ella,la necesitaba

al dia siguiente mi niñera se disculpo conmigo por lo de ayer
-perdoname por no haber estado ahi-dijo dulcemente
-no importa-dije yo,-pero quiero mas de la carne que me dio el señor-
-¿cual carne?-
-una uqe era como de color rosa-
-no se cual es-
en el patio ella encontro una bolsa
-¿esta es la carne?-me pregunto
-dejame ver -tome un pedazo y me lo comi-si esta es,dame,quiero mas-
-¡NO!-
-¿por que no?-pregunte triste
-esto es un cerebro humano-
-pero a mi me gusta,tu no me lo puedes quitar-

La niñera ese dia fue despedida,papá y mamá estaban confundidos,no sabian por que a mi me gustaba tanto esa carne,pero no me dejaban comerla por mas que yo la pedia,por eso comenze a dejar de comer para que me dieran de esa carne,solo podia soportar 4 o 3 dias sin comida,entonces debia comer comida normal,me daban de esa carne especial solo cuando era mi cumpleaños sin que nadie se enterara,pero en mi cumpleaños numero 10 eso si que me hizo enojar

Me levante muy entusiasmado ese dia por que entonces al terminar la fiesta podria comer uno de esos cerebros completos,me encantaba comer esa carne aunque desconocia el origen y la razon.

Ese día a la hora de la comida habia muchos niños con sus padres reunidos ahi para celebrar mi cumpleaños,yo estaba feliz,emocionado y hambriento,pues por saber que ese dia comeria un cerebro entero no comi nada desde 3 dias antes,en la mesa ya estaba yo,emocionado,listo para comer,cuando prove lo que me sirvieron,lo escupi
-¡¿QUE ES ESTO?!-pregunte furioso
-es lo que nos pediste cariño-dijo mi madre
-esto no es lo que pedi-tire la comida al suelo
-hijo en realidad es de vaca esa carne,querida,no le podemos seguir cumpliendo sus caprichos,hijo calmate-dijo mi padre-te traeremos lo que pides si te calmas-
-estoy calmado-dije con la cabeza baja-estoy calmado-me subi en la mesa y comenze a patear los platos de los invitados, a un niño lo tumbe al suelo y le mordi el brazo arrancandole un pedazo de piel,lo mastique,al sentir ese sabor en mi paladar,lo reconoci era casi el mismo sabor de el tal cerebro,segui comiendome el brazo del niño hasta llegar al hueso,e niño solo lloraba y gritaba mientras todos horrorizados me veian comer ese brazo con sangre en la boca que me escurria sin parecer parar

unos hombres de blanco me separaron de niño me pusieron una camisa de fuerza y me metieron auna camioneta que decia,hospital psiquiatrico,el viaje fue largo,cuando llegamos me metiraon a un cuarto todo acolchado donde no habia nada,solo unos vidrios grandes de color negro donde veia mi reflejo,y unas vocinas en las esquinas del techo

-Donatelo-dijo una voz adulta y algo familiar
-¿quien es?-grite desesperado
-soy el doctor emanuel,estaras en este lugar hasta que mejores-
-¿mejorar?yo no estoy enfermo-
-hijo-dijo la voz de mi madre-te comiste el brazo de un niño,eso no es normal-dijo tragandose sus propias lagrimas
-mami-le dije enterneciendo mi voz-yo tenia hambre y no me dieron lo que les pedi-dije golpeando el vidrio brincando sobre él-yo quiero mas carne-grite de manera desesperada

Pasaron años y años,exactamente 7,en esos años solo comia verduras,sopas y cosas asi,por lo cual quede muy flaco,lo peor era que aveces los doctores hacian experimentos conmigo,me daban drogas alusinojenas con ello tube esquizofrenia,me inyectaban cosas raras y cada dia me hacia mas alto,mas fuerte, y tambien mucho mas loco,lo mas raro es que me pedian hacer manualidades para ver que tal estaba de la cabeza,yo hacia mascaras de payasos,aunque nunca en mi vida habia conocido a uno,decian que eran graciosos que su objetivo en la vida era solo hacer reir a la gente
-¡y mis padres?-pregunte un día a mi doctor que entro a el cuarto a dejarme medicina
-no han venido desde que te dejaron aqui-dijo él poniendo mis pastillas sobre la mesa
-me olvidaron-dije poniendome mi mascara favorita
-no es eso Donatelo solo siguen asustados por lo de ese dia-
-ya pasaron 7 años y no han venido,no me escriben,me han olvidado-en ese momento vi la puerta abierta y alli corriendo en 4 patas,se me hacia mas facil asi,siempre caminaba asi en ese cuarto,corri hasta la puerta de salida,pero habia un guardia,doctores venian tras de mi,le rompi el cuello a el guardia,logre abrir la puerta y sali corriendo a prisa sin mirar atras

llegue hasta una casita pequeña de madera,logra abrirla,estaba cansado y tenia frio,vi unas cobijas en el interior y me meti bajo ellas,un par de chicos llegaron y me vieron ahi,la chica era la primera que habia visto en mi vida
-¿quien eres tu?-pregunto ella
-Donatelo-dije de manera lenta levantandome del suelo
-ANA_grito alguien
-¿que?-pregunto ella
vi que el tipo que grito tenia una escopeta corri hacia él y lo tire,lo jale de los pies metiendolo a la casa,en la casa no lo deje levantarse,me tiro la mascara por los golpes que me dio,la chica entro y el tipo disparo al azar,ella levanto el hacha que traia y le corto la cabeza a el ujeto,despues me miro y me puse mi mascara rapido
-Donatelo-dijo ella,esa dulce voz era parecida a la de mi madre a la cual le tome un horrible reencor,queria ver a esa maldita vieja muerta,me diriji a la chica y comenze a apretarle el cuello
-Sueltame-dijo ella dandome un puñetazo en la cara
-perdon-le dije soltandola,el gope que me dio no me habia dolido,apesar de que me tiro la mascara
-¿por que hiciste eso?-
-tu voz es tan dulce como la de mi madre,odio a esa vieja,me avandono-mis tripas sonaron
-¿no has comido nada?-
-no como comida de la que tu comas,yo como carne de humanos-
-bueno,puedes comerte ami tio-dijo tomando su hacha y limpiandola
-¿de verdad?-
-si,adelante,come-
me comi el brazo del hombre pues era robusto y solo eso me basto para llenarme,al llegar la noche luces de autos de poicia iluminaban a lo lejos,Ana y yo nos escondimos en el atico el cual tenia un cuarto secreto,en un lugar donde no podrian encontrarnos,solo que un poco apretado,ella me apretaba por el par de cosas que tenia en el pecho,aunque por raro que suene no podia dejar de mirarle,cuando la policia se fue salimos de ahi

Los siguientes dias policias venian,pero pocos lograban salir vivos,pues ella los cortaba con el hacha y me los daba de comer a mi,me hacia feliz que alguien entendira mi gusto por la carne humana,ella era la unica amable conmigo,tambien aveces solia acariciar mi cabeza y acicalarme

Cierto dia un par de hombres que eran amigos de el sujeto que matamos entraron a la casa buscandonos,perdian su tiempo y se drogaron en el sotano,horas mas tarde el tipo que acompañaba a mi dama de rojo ese dia entro a la casa,yo estaba en la cocina comiendo tranquilo,el chico subio y luego bajo,me vio comiendo y le dije
-todavia no es tu turno-ignorandolo
solto la escopeta cuando vio aAna que lo tiro al suelo y le dijo
-Quedate ahi-luego se fue
yo me escondi bajo el mantel de la mesa,pues los tipos esos llegaron y agarraron al chico y le cortaron las mejillas de una manera muy fea,me lanze sobre uno de los tipos mordiendole el cuello,para que soltara al pobre chico,quien al caer al suelo se desmayo,el otro escapo y yo me quede terminando de masacrar al que habia tumbado,mientras Ana cosia la boca del chico,me pidio que revisara su casa,entonces fui a ver

Era de noche y las luces de esa casa no se encendian,entre a la casa por una ventana,no podia creer lo que veia,la familia del chico estaba clavada en el techo,con la gargantas cortadas,le di el informe a Ana,cuando el chico desperto,ella le conto lo sucedido,pude notar gran odio en sus ojos

Ana se ofrecio a ayudarlo siempr y cuando le obedeciera,para confirmarlo él le dio un beso en la boca,me lleno de rabia ver eso,pero mi mascara lo oculto,
-yo los seguire-dije
-¿por que lo harias?-
-por que nadie nunca fue amable conmigo-en realidad queria matar a Marcus lo antes posible,pero Ana se a encariñado tanto con él que me es imposible causarle una tristeza tan grande a la persona que amo,pero la maldita tambien merece morir,solo eso esta en mis recuerdos,ahora lo unico en lo que pienso es en comer y matar,los matare a todos

si me vez,por favor...
INVITAME A COMER...TE


por Ana Kira.

La muerte ha despertado

Entre la nubes
se desetara la tormenta
y nadie estara a salvo
ni en iglesias
ni en palacios
pues la muerte esta viva.

por Angel Lirio (ele)

130 Aniersario del nacimiento de Franz Kafka




Franz Kafka - Datos del autor
(1883-1924). Escritor judío checo, cuya desasosegadora y simbólica narrativa, escrita en alemán, anticipó la opresión y la angustia del siglo XX. Está considerado como una de las figuras más significativas de la literatura moderna.
Los temas de la obra de Kafka son la soledad, la frustración y la angustiosa sensación de culpabilidad que experimenta el individuo al verse amenazado por unas fuerzas desconocidas que no alcanza a comprender y se hallan fuera de su control.
En cuanto a técnica literaria, su obra participa de las características del expresionismo y del surrealismo. El estilo lúcido e irónico de Kafka, en el que se mezclan con naturalidad fantasía y realidad, da a su obra un aire claustrofóbico y fantasmal.
Contraviniendo el deseo de Kafka de que sus manuscritos inéditos fuesen destruidos a su muerte, el escritor austriaco Max Brod, su gran amigo y biógrafo, los publicó póstumamente. Entre esas obras se encuentran las tres novelas por las que Kafka es más conocido: El proceso (1925), El castillo (1926), y América (1927).


"Los puntos de vista del arte y de la vida son distintos aún en el mismo artista."
"El mal conoce el bien, pero el bien no conoce el mal."


Franz Kafka

En su tiempo no vieron su talento como a otros tantos escritores pero de muerto fue mas famoso que vivo, a veces  pienso que a la muerte le debe de dar risa esto o tal vez no.

por Angel Lirio (Ele)

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Cuando un loco parece completamente sensato, es ya el momento de ponerle la camisa de fuerza.

Edgar Allan Poe.

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La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.

Edagar Allan Poe.